Escribir te convierte en alguien que siempre se equivoca. La ilusión de que algún día puedes acertar es la perversidad que te hace seguir adelante. (Roth)
Supongamos que no tengo nada que decir. Que mi historia
es igual de insignificante como la de cualquiera que se atreva a leerme. Se que
no tengo talento, eso es lo menos importante, conozco una jauría de imbéciles que
se bañan en las mieles del éxito. El asunto del fracaso es un asunto de suerte.
La diosa fortuna suele sonreírles a los más hijos de puta. Yo hago parte de la
otra ralea. De los que pasaran media vida escribiendo para nunca ser leídos. Porque
no soy nadie y nunca seré nadie, no tengo las agallas para hacerme un asesino
desalmado y luego narrar mi historia, soy un numero más, ese numero que nadie
cuenta después del cero. El arte de narrar es un arte del lector, de correr con
el lector correcto. Así como un imbécil como Gunter Grass que corrió con la
suerte de ser leído por alguien que valorara su empedara y putrefacta
narrativa. A tal llego su suerte que se hizo el nobel con esa mierda de novela
nazi, que ciertos círculos de intelectuales de mierda veneran. Yo no he corrido
ni correré con la suerte de ese hijo de puta; en parte porque estoy cansado, de
correr tras un lector que nunca vendrá, no puedo seguirle el paso de mártir a
escritores como Bolaño ¡Toth, lo tenga en su gloria! Soy un bueno para nada y
no persistiré en enviar mis escritos a convocatorias, no soy ningún Sensini, ni
como el narrador del mismo cuento, que como un cazarrecompensas se pasa la vida
persiguiendo concursos. Sé que de algún modo para alcanzar cierto
reconocimiento es necesario venderle el alma al diablo, probablemente hasta el
mismo Bolaño, en su desesperación tuvo que ponerse de rodillas para implorar
ante la bragueta de una editorial que publicaran algún libro suyo… pero bueno acá
el asunto es que como escritor me he ido a la mierda sin empezar, aunque aún tengo
dos o tres lectoras, amigas muy queridas, que esperan vanamente tener algún día
algún libro mío. Tampoco creo correr con la suerte póstuma de Kafka o de
Pessoa, no creo que mis lectores se encuentren en futuro ni inmediato ni
lejano, he llegado a pensar que mis lectores posiblemente estén muertos hace ya
mas de dos siglos, he ahí mi anacronismo. Por eso en su condescendencia alguna
de esas lectoras caritativas me ha dicho que soy un escritor clásico. A lo que
yo atisbo a entender como un escritor enredado y aburrido que usa palabras
enmarañadas para presumir su ignorancia… sigo sin llegar al asunto… sigo dando
largas... postergando, dudando, temiendo aceptar el fracaso que soy y he sido…
temiendo que al aceptar que escribo porque escribir es la única razón que me
sostiene hoy día para no perder la razón, deje en algún momento de escribir y
termine en un hospital psiquiátrico de mierda como Richard Dadd, pintando los
cuadros mas hermosos que mi rabia y mi frustración de escritor puedan vomitar
en un lienzo. Pero bueno lo he dicho… he dicho porque persisto escribiendo,
escribo porque tengo miedo de dejar de escribir, porque no creo en la acción
reivindicadora, porque prefiero morirme en la bruma con la presión arterial a
estallar, en medio de una frase a medias, con los ojos llenos de furia, insultando
en las sombras a ese mundo de fuera plagado de imbéciles y fracasados como yo
que buscan día tras día una razón para no volarse la tapa de los sesos. Así pues,
que repito: No tengo talento ni suerte y aun así escribiré hasta el día de mi
muerte y si esta “acción” de patético aspirante a Bartleby, a alguien atormenta,
me daré por bien servido porque en el fondo sentiré que también soy como esos Hijos
de puta de los concursos y las editoriales, solo que sin gloria sonriendo con asco
desde el olvido.
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