El martirio de Toth


 



 

“Al resplandor de la lámpara sagrada los leyó y supo todo.” Schwob

 

La piedad se agrieta. La fe se abre paso a martillazos. En cada golpe de esa mañana del 21 de mayo en la basílica de San Pedro, en el Vaticano, se ve manifiesta la ira de un dios. Un hombre grita delirante que es Jesucristo, que ha regresado desde la muerte. Es Laszlo Toth, un geólogo húngaro quien mutiló el símbolo. Desnarigada, tuerta y manca queda la piedra fría luego de su acción reveladora. Laszlo solo es el instrumento, que recuerda al héroe de estos versos de Antoni Mediz Bolio:

“No temas nada y hiere, porque Dios es tu amigo

y por tu brazo a veces desciende su castigo.

¡ Que la soberbia aleve halle tu brazo alerta,

que a veces es justicia que la sangre se hierta¡”.

 

 

Algunos feligreses que contemplaron la acción se postraron a llorar como si en aquel crepitar de la piedra se cometiera un delito atroz, otros furibundos se lanzaron contra el profeta del martillo pensando que en su violenta contención hacían justicia. Ninguno pareció notar dos coincidencias o mejor dicho en sus términos, dos señales divinas:

1.      El 21 de mayo de 1972, se celebraba allí, en la basílica de San Pedro, la aparición del Espíritu santo.

2.      Un día 21, Eróstrato se hizo famoso por incendiar el templo de Artemisa.

¿Mas que venganza divina buscaba Laszlo en ese gesto? ¿Con su martillo a quien castigaba más que a la piedra? ¿Era un criminal? ¿un terrorista cultural? La respuesta parece estar nuevamente en los versos que exaltan Manelic:

¡ Oh, Manelic ¡ ¡ Oh plebe que vive sin conciencia
de tu vida oproviosa, que arrastras la existencia
dócil al yugo innoble, que adormeces tu alma
de hierro, en el marasmo de ignominiosa calma ¡”

El gesto de Laszlo, es un golpe a la conciencia adormilada, un ataque directo a los viejos valores de una estética capitalista. Laszlo como enviado divino, sabe que debe dar la buena nueva donde han de derribarse los viejos símbolos. Donde la belleza no puede ser contemplativa sino vivida. ¡Basta de adorar piedras frías! ¡los sepulcros que los burgueses llaman Museos! El oprimido por la belleza no puede ser un esclavo de esa estética tumefacta como lo fue Pigmalión. Laszlo no puede tolerar esa aberración agalmatofílica. Falsos ídolos. Laszlo golpeaba para buscar bajo la carne pétrea de la virgen algún rastro de vida. Para recordar que bajo la piel de los hombres corre la sangre como un rio y al igual que el mesías, al que su manía lo emparentaba, entendía que en esa sangre fluía lo sagrado y lo profano, ese dios primigenio que yo como diletante seguidor de la acción del nuevo profeta identifico como Abraxas.

Es allí donde la creación artística de Laszlo es mal interpretada. Olvidan sobre todo los críticos y los curadores que nada saben de arte, que el proceso artístico no es creación si no es de igual forma destrucción. El arte ha de cumplir esa ley alquímica donde la proporción de destrucción y de creación deben ser equivalentes. El artista es a su vez un ser autodestructivo, en eso estriba su genio. Miguel Ángel, es la prueba latente de ese artista- mártir y por ende estaba consciente de que su obra era incompleta, porque como pecador sodomita, anhelante del reino de los cielos, creía a medias que la belleza superflua podía agradar a ese dios maldito y cruel del antiguo testamento. Sabia secretamente que algo faltaba para agradar a ese dios homófobo y machista. Ese fue el error de incompletud de Miguel Ángel, quien a pesar de su genio omitió imprimir en su gesto artístico la fuerza destructiva para abrir las puertas del cielo que le era velado. Así pues, Laszlo como ministro de la fuerza primigenia de la nada y el universo, llega a la basílica de San pedro a terminar lo que su antecesor no pudo hacer por miedo a la ira divina, dotándole de la belleza destructiva, que realza los matices de la forma, que recuerda la decadencia y putrefacción de la carne en la piedra muerta. Con su golpe maestro, el frío mármol cobró vida e hizo sacudir la sangre de los presentes de aquel milagro. Sin embargo, al igual que con el Mesías del nuevo testamento, su milagro fue ignorado con el tiempo y no corrió con la suerte siquiera de su antecesor de convertirse en mito. La memoria de Laszlo pareciera que no tiene otro lugar que el oprobio mientras no surja nuevos seguidores de su acción.

La prueba de su santidad debe manifestarse en la repetición del acto. Laszlo al igual que Jesús no escribió nada, eso los hace gloriosos y olvidables. Mas sobre la leyenda de Laszlo los falsos profetas de la prensa no dudan en tirar la primera piedra.

Los discípulos de Laszlo no somos seguidores de su palabra (No creemos que fuera Jesucristo reencarnado como lo dijo mientras hacía el milagro destructivo) su palabra no es más que ficción delirante como la que puede producir cualquier escritor en novelas imperativas como las de Sarramalo o cualque otro profeta del viejo testamento. Creemos en su acción y seguimos con una pasión absoluta su acto. Su acto es nihilismo religioso. Y es por eso que debemos reivindicar el nombre de Laszlo Toth, que sufrió por nosotros la incomprensión de una sociedad cobarde y consumida en su afán antropófago, que no quiso escuchar los golpes seguros que asestaron contra el mármol. Fue castigado por develar que esconde la falsa doctrina, esa absurda monstruosidad que se esconde bajo la superflua belleza. Tras esa máscara atroz que pretende evadir el hecho y busca moldear un hombre llano y sin matices. Un ser plano y autómata. Un producto de mercado. Una tuerca más en el engranaje mediocre del mundo. Un héroe enteramente bueno o un monstruo sin alma… en fin una criatura acrítica ¿Acaso no rugirá en el corazón del héroe el palpitar del monstruo?

Es por eso que fue enviado al psiquiátrico antes que a la cárcel. El error de Laszlo recae en sus palabras: ¡YO SOY JESUCRISTO!. Esa sentencia lo condeno y niega lo milagroso de su acto. Porque es más fácil desvirtuar la palabra de un loco ya que siempre incomoda a una sociedad sorda por el bullicio ignorante. Era claro para los presentes que Laszlo no era un criminal, no buscaba fama, ni poder ni mucho menos dinero, no podía articularse a ninguno de esos discursos de esta sociedad materialista. Laszlo era trascendente casi inmanente, su acción por lo menos lo fue, sin importar los dos años que padeció encerrado y luego repatriado. Fue cancelado y lentamente olvidado por esa elite cruel que solo permite la locura de los tiranos.

Su martillo como el de otro dios es un símbolo, no de sufrimiento sino de ira, de liberación para todos los marginados que esperamos nuestro momento del juicio para romperle la nariz impávida a esta sociedad miserable y caníbal. A la que no hay necesidad dejar tuerta porque yace ya ciega por su codicia y crueldad y es manca porque solo usa un brazo para conducir su rebaño hasta el acantilado.

Mas allá del milagro de su acto debo confesar que mi devoción se debe a que Laszlo podría ser considerado el precursor del plagio como forma de arte. Asunto que a mí personalmente me afecta de forma profunda. Yo que he me pasado plagiando mi vida en la vida de otros, así como otros plagiaran mi vida. Ya que no considero forma más eficiente y honesta de arte que el plagio, porque la vida es arte.

 Discrepo de la arrogante postura de aquellos farsantes que se dotan a sí mismos el lugar de creadores absolutos de una obra. Demiurgos solo del fracaso que les antecede a la muerte y el olvido. En esto Laszlo les recuerda que nadie más que dios puede hacer una creación desde cero. Esa arrogante postura del artista original es la que Laszlo derroca con su acto. La humanidad solo es la copia de sus ancestros. No somos productos originales, nada en nuestras células es único e irrepetible. somos breves azares que reconfiguran en cada nacimiento y cada deceso. eterno retorno, en otro tiempo y en otro tiempo, que son lo mismo. Ese azar de lo mismo demuestra que el arte puede ser transformado y revivificado por medio incluso de su destrucción donde no hay una totalidad. En las ruinas se encuentra el secreto de todas las culturas. La forma bella solo es un eufemismo de la pobreza de la capacidad humana.

El plagio es lo verdadero y no es más que una forma de reivindicación de aquello que puede ser olvidado, pero se resiste incansablemente. El plagio es una lucha por preservarse en la memoria. Pero no esa memoria idónea que intentan fabular los historiadores, donde solo cabe una verdad, la verdad que acomoda quien vence. El plagio es también por esto, el arma de los derrotados, de los vencidos que sobrevivieron al golpe cruel de los triunfadores. El plagio se erige como estandarte de eterna lucha. Y que otra cosa no es así más que el verdadero arte. Lo que se opone al discurso imperativo de los vencedores. El arte solo puede ser recreado por los vencidos. Lo demás es espuma en la boca de un perro rabioso.

Por eso este articulo busca mantener vigente la memoria, pasados ya más de diez años, el milagro de Saint Laszlo.

También se busca reivindicar el nombre de Laszlo así el autor del mismo sepa muy bien que la palabra es engaño ya que su primer intento de contactarse con lo divino para dar su buena nueva no tuvo existo, al enviarle unas cartas al sumo pontífice afirmándole que Laszlo Toth de 33 años, era la reencarnación del salvador. Con esto entendió que los necios no escuchan, que la avaricia y el lujo los tienen atados a sus privilegios religiosos, como la fe tiene atados en la miseria a millones de sus feligreses. Laszlo atendió al llamado. El hombre no es una entelequia llena de palabras bellas y vacías, el hombre es un hecho que se manifiesta en la carne y con la carne debe actuar, con la carne de tomar el instrumento que destruya los falsos ídolos, solo así su obra podrá ser recordada. Por eso sin titubear, sin un dejo de duda, se sacrificó a caer en el infierno del oprobio y el ostracismo impuesto por la cultura de los tiranos para intentar mostrarnos el camino que hemos abandonado por un confort alimentado por el miedo y la arrogancia. Su acto revela que somos siempre el mismo y el otro. Que nuestras acciones, nuestras palabras, nuestros pensamientos, olvidos y dudas son meras repeticiones que muestras el carácter circular del universo. Nuestro tiempo ha pasado porque aún no ha llegado.

F.M. 21 de Mayo de 1995


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