Sabe la espuela ser silencio carmesí.
Sabe el insomnio mirar las
grietas en
El techo de mi angustia.
Sabe mi fémur que un perro del
demonio
Lo asecha en los resquicios del
tiempo
Para enterrarlo con el recuerdo
De la mirada reprobatoria de mi
padre.
Saben mis ojeras y mis arrugas
Que soy carne y pensamiento
Malogrado con la baba de mi
mirada
Ante los libros en las ruinas
de mi biblioteca especulada.
Sabe la vida que al otro lado de
la aguja
Suena una tormenta remota
Dónde los pájaros acunan la
pasión
Del rito de naufragios posibles
Del ensueño de un dios improbable
Encerrado en mi cobardía e
impotencia.
Saben los labios de la locura
Susurrarme tiernas gotas de
suicidio
Entre el verbo y remordimiento
del acto
Nulo.
Saben más de poesía las moscas
que
Duermen en las heridas de mis
perros
Sabe el piano hecho pedazo ser
espejo
De mi destino
Sabe el puente que no he cruzado
Que el futuro es polvo en la
palabra
Sabe la brújula que el presente
esta
Perdido en las arenas de la
infamia
Del infinito hoy.
Sabe tu mirada, cancerbero, que
la bestia
Es quien te mira lubrica,
esperando ser
Devorada por tu ocio.
Sabe el cristal que la sangre es
rocío.
Sabe el humo que la filosofía de
las ranas
Esconde el secreto de la avaricia
y el amor
De todos los idiotas.
Sabe el duende de las sombras
Que los océanos son sueños
olvidados
De lágrimas.
Sabe mi párpado de la caricia
ridícula
De las vírgenes en los sepulcros
De palabras apiladas en mausoleos
De genios sin nombre.
Sabe el grito romper el fuego y
hacerse
Daga en el pecho de la reina sin
corazón.
Sabe la dádiva del instante
recogerse
Y saberse nada,
Nada
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