"La horrible miseria esta en nosotros, es la miseria de adentro... del alma que nos cala los huesos como la sífilis." Arlt
Escribir es un ejercicio tortuoso o como dice
Bolaño:
La mano izquierda sigue electrizada por la
ansiedad de sentirme decrepito con el pasar de los días, las canas son
alfileres que se encarnan en mi piel recordando la futilidad de mi espíritu. Solo
en unas cuantas décadas tendré la edad en que murió mi padre y este a mi edad
ya era padre y se mataba trabajando para traer confort y libros a su hijo inútil.
Sé que, aunque no llegaré hasta esa cifra luctuosa y paterna, pero no será a
causa de un arranque de valor, no. Se que mi propio cuerpo, está conspirando
desde hace un buen tiempo en mi contra, hace rato está intentando deshabitarme….
En realidad, es poco es lo que eso me interesa. Lo que me duele es la flojera
de estilo, las pocas ganas de romper mi fracaso de cristal, en otras palabras,
mandar a la mierda las quejas de mi prisión confortable. Estoy harto de la
complacencia, servir al deseo del otro, aunque bueno, algo así dice el petulante
de Lacan… pamplinas… paparruchadas… Palabras vacías.
Yo no persigo un sueño, solo lo miro desde mi
letargo, desde el teatro de la infamia que construí con esmerado miedo, desde
la platea de la molicie que me impide hacer y situarme en un estado maldito y
febril.
Ante los ojos del dios vulgo y del diablo del
tedio, debo terminar mi tesis sobre Leopoldo María Panero, hablar de ese
intersticio entre la locura, el lenguaje y la poesía. Excremento argumental que
a ningún académico verdaderamente puede interesar. Por eso prefiero procrastinar
se ejecución y leer los Siete locos de Arlt (al fin y al cabo, la literatura
que persigo está plagada de locos y malditos desgraciados con un poco más de
suerte y cojones que yo). Aunque pensándolo bien, yo de loco tengo lo tengo de
idiota. Me sueño loco para darme aliento. Soy el loco idiota, el inofensivo, el
perezoso que no hace ni una mínima revolución con su sintaxis negativa. Que sigue
dándole vueltas al asco del mundo plagado de acéfalos con esteroides y siliconas
(o en su defecto filtros digitales) que bailan frente a una cámara para recibir
un fantasmal dedo hacía arriba que no logra ni acariciarles el ano.
El colon está a reventar de tanto reprimir la mierda
que tengo que cargar por quien sabe que demonios. Quisiera escribir, hacerme
escritor, pero miro para atrás y para adelante y me petrifico de horror. Querer
hacerse escritor en estos tiempos es realmente una locura. Porque siendo honestos,
mi prosa poco tiene del escritor de oficio, no tengo vena para ser cronista y
me valen un carajo esa ralea putrefacta de escribidores que se llaman
periodistas. Siendo un tullido vibrante, no alcanzo a ser como ese estereotipo
de mentecatos sin literatura que vomitan diariamente las editoriales, imbéciles
que los miembros de talleres de escritura creativa idolatran… ¡a la mierda si
no soy conciso! ¡a la mierda si plago mis textos de metáforas, de retruécanos,
de adjetivos o palabras que el promedio desconoce! ¡Cojan un diccionario hijos
de puta! Estoy jodido de igual manera, nadie me va a leer ni yo pienso escribir
para nadie… No hago parte del engranaje, soy un hombre inútil, improductivo, una
pieza defectuosa en la maquinaria especulativa capitalista. No soy ni seré
mucho menos un artista, ni un revolucionario o un subversivo, pero tampoco puedo
ser un asalariado, un borrego que vive por un jornal para pagarse una jubilación
poco probable. Tampoco puedo ser feliz como Henry Miller en Paris, viviendo de
la caridad de los otros, no soy feliz ni en la riqueza ni la pobreza. Estoy cansado
de no hacer nada por eso prefiero no hacer nada. Estoy en un punto muerto. soy el
enemigo silencioso de dos bandos antagónicos y todo por sentirme una burda
sombra de Bartleby, tan cómodo en mi
desesperación, en mi ansiedad, en mi impotencia y mi falta de estilo.
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