SOBRE LA CREACIÓN DE AUTÓMATAS



Existen tres caminos posibles para la creación de autómatas. La primera podría ser por medio del barro y el folclor, accionado con facilidad, gracias a sortilegios secretos del talmud y la experticia de un buen rabino. El segundo camino, es un arte de relojero, que desde tiempos de Herón de Alejandría se ha ido perfeccionando. El artífice sólo le basta con tener un mano filigrana y saber colocar las piezas en su lugar, para que como Vaucanson, pueda entonces, construir un lindo y móvil autómata lleno de engranajes y tornillos. La tercera y mucho más efectiva forma de creación de autómatas, que obnubila la noble ciencia de sus predecesoras, es una que hoy se usa con mucho acierto y eficacia, es tan mística, que no se nutre de mecanismos o sortilegios ancestrales, pero si se acciona mágicamente por la difusión de la palabra y la colaboración intrínseca de la tecnología. Este bello autómata es el que más fiel recrea a la efigie de un hombre, solo necesita de ingredientes muy comunes en este floreciente siglo: Un discurso engañoso falto de argumentos, pero repleto de boberías que endulcen el oído del futuro autómata y para que este método de activación no tenga pierde, es imperativo que el astuto artesano reproduzca con creces este discurso en todos los medios de comunicación posible. Con magnificencia podrá, el hombre de ciencia abrumarse y sonrojarse ante la cantidad de autómatas que caminan a su lado y que, para sorpresa de todos, incluso de sus propios creadores, esta clase de homúnculos, tendrá la facultad fabulosa de creerse libre de pensamiento, de ser autónomo y sin dueño.

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