..Es
difícil explicar ciertas cosas...
No
fui tan buen lector como espere serlo. No fui como ellos. A mí más bien me
involucro más las nuevas tecnologías. Soy tal vez un hijo de la corriente
televisiva.
Más
ellos existieron en un mundo convulsionado donde el aire de guerras se
respiraba a diario pero corrieron con la fortuna o tal vez la terrible
desgracia de haber nacido como yo, en un pueblo infestado de un falsario
puritanismo. Fueron pues a causa de no ser guerreros, un par de profetas agudos
y paganos para su tiempo (respectivamente). Entre la sociedad mojigata y
embustera fueron tildados de “vulgares”, de “locos”. Mas allí en ese pueblo canalla con el
contraste de estos dos viajeros, encuentro entre toda esa disonante
remembranza, algo bello, casi podría decir nostálgico. A pesar de que la
insolencia Colombiana, los tachara de INFAMES, existía en este hecho también un
sentimiento de profundo temor innegable hacia sus escritos “vulgares”. Aquellas
vidas de estos dos repudiados aterraban a la gleba. Eran ejemplo de vida.
Siendo
así, mas allá de todos los hechos y las pasadas circunstancias, la obra
literaria de estos dos difuntos ha traspasado tiempos y fronteras. Las
marginaciones a estos han volcado a una interesada admiración y un prostituido
orgullo, de que estos dos “grandes hombres”, eran colombianos a su vez. He aquí
la paradoja de los tiempos, aquellos literatos basura y bohemios de mierda
sienten posar las bases de sus mancillaciones en las obras de estos “grandes
difuntos”.
Pero
de nada han servido nuevas impresiones en acaudaladas editoriales, para nada
han servido que en algunas escuelas se menciones sus libros y sus nombres;
aquel ideal que intentaron con empeño impregnar en sus escritos a sido
tergiversado o lanzado al olvido por alguna nueva telenovela de horario
estelar.
Ellos
hablaron del desnudarse. De ese desprendimiento, al cual el latinoamericano no
puede entregarse, por su maldita condición de esclavo. Ellos hablaron de la intimidad de intimarse, pero hoy es todo
globalizacion. Vivimos en la obtusa apariencia, entre artificios y vanidades
donde lo íntimo solo puede ser ligado con una prenda. Nos rendimos en pos de
las “bonituras”, como uno de ellos decía, refiriéndose a los accesorios
superfluos que tanto nos axfifician en la cotidianidad de este existir. Desde
que nací, son pocos los ojos enardecidos y orgullosos de intimidad, que he
visto en mí transcurrir. Y si mal no recuerdo esos ojos eran en mayoría ojos
extranjeros, ojos que miraban a Colombia desde afuera. Ese sigue siendo un país
de desvergonzados con vergüenza, de putas hijas de putas. Allí, pareciera que
el tiempo solo transcurre para atiborrar la tierra de tumbas y osamentas. Solo
existe el odio y la envidia enferma porque somos avaros proxenetas.
Mas
así, quisiera en mi deseo ilusorio, respirar el aire que respiraron esos dos
hombres, quisiera sentir el odio de sus
semejantes, esa terrible admiración que guardaba para ellos. Solo quisiera
respira la leve esencia de un romanticismo perdido por una coca-cola y unos
preciosos senos de silicona. La poesía aquí sabe a sprite “porque solo se obedece a tu sed” y la “imagen (poética) es
nada”.
Las
artes tienen marca registrada y hasta fecha de vencimiento y están enlatadas
como imágenes de Andy Warhol. Las artes son pues, para bastardos bohemios de un
nuevo siglo, que ha falta de no haber sido hippies en los sesenta, son artistas
conceptuales de un nuevo milenio. Ahora en su aparente belleza, el arte esconde
cochinos artificios, peores que cualquier oscurantismo, ahora el arte es
manzana podrida.
He
aquí porque abandone el arte. No era yo lo suficientemente “bohemio” para
sentirme mas puta que el resto del latinoamericano promedio. Me fastidiaba un
chulo de nike cocido en la frente.
Quizás
preferí ser un old fashioned, quizás
solo sea otro pobre romántico atrapado en esta representación de omega. Por que
aun sueño con soñar y temo al despertar. Porque amo la vida al igual que la
desprecio. En este instante de efervescente idealismo invoco entre las sombras
desde este cuarto aquel discurso a la dificultad de un señor Estanislao, en el
cual no existen verdades absolutas, donde el conocimiento es más imperioso que
el laberinto dedalico. Donde no se perciben etiquetas, ni consumismo solo lucha
inalcanzable. Donde todo es incierto.
Pero
vuelvo de nuevo al suelo, el almacén de cadena me ha tumbado de un solo tiro,
vivo en un artificio, donde hace mucho tiempo los restos de dos grandes hombres
solo son polvo. Vuelvo cabizbajo a mi código de barras, a mi numero serial, es
2003, pero me repito que es 1984. Imploro inútilmente, en este inclemente, al
mágico doctor Fausto, personaje eterno que burlo todas las trampas de los
sinos. “Ven querido Fausto tráenos la
magia que nos fue robada”.
Tiempos pasados en que los sabios sentados derramaban ideas y tragos de vino...
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