Borges también fabula… Pero no dice nada. Yo lo admiro, pero más que ello lo utilizo. Lo leo por pocos, me fascina su artificio idiomático, su poder de fabulación, pero tras todo ello nada encuentro.” García Márquez.
Hay una forma inédita de resucitar a los muertos, es un acto de nigromancia literaria que esta contenida en un viejo libro escrito, al parecer, por un ignoto discípulo de Saint Germain, en la traducción que pude asirme suelen referir al libro como Apocryphorum plagiarismus. El sistema para realizar el acto mágico es simple pero secreto, así que solo divulgo al lector que las palabras que citaré a continuación de Roberto Arlt, primero, y de Lugones fueron producidas por este artificio alquímico:
"La mediocridad y la envidia de un hombre que ha leído mucho, pero ha creado pobres borrascas con una lengua finamente miope y sajonamente estrábica”. Arlt
Tan obstinado y arduo es su talento que ha logrado plagiarse a sí mismo al punto de desconocerse en el nombre y su reflejo.” Lugones
En ambas citas el lector puede percibir el rencor que ha salido de las viejas tumbas. Un rencor con tufo de admiración entre colegas y compadritos que no se batieron a duelo con puñales, pero sin con afiladas plumas a comienzos del siglo XX.
De este modo quise comenzar esta dulce y elogiosa diatriba para aquel escritor argentino que los europeos y los angloparlantes toman por el mas notable escritor latinoamericano. Así que, siguiendo con estos delirios críticos, creo pertinente continuar con Piglia que asegura que la potencia de la literatura de Borges inicia con el cuento de Pierre Menard.
No cabe duda que esto es todo un hecho, o por lo menos todo un hecho literario y con esta apreciación de Piglia queda de manifiesto la fina escritura del plagio que compone toda la obra de Borges. Incluso podríamos pensar, que el oficio borginano no es un oficio de escritor, sino de un mero oficio de traductor, que simula hacerse pasar por original al apropiarse de la transmutación de las palabras de una lengua inglesa a un precario lunfardo con tintes gongorianos. Como traducción puede ser tomada por esplendida, de un estilo original en lengua españolas, mas como plagio, no deja de ser un plagio estéril, por más Laiseca, quiera creer que cree que Borges es un plagiador ejemplar al que el resto de la literatura latinoamericana posterior no hace mas que plagiar y plagiar hasta destruir toda la exquisitez que se puede tener de una traducción original. El juego de Borges con la palabra, es un juego de recomposición (o descomposición según como se mire) de piezas cuidadosamente usurpadas para posteriormente, elaborar un puzzle que al verlo completado da la ilusión de ser un texto original. Este juego que fácilmente parece un juego cabalístico de un aprendiz, será el gen de la literatura anodina que fascinara a los intelectuales que nada tiene que decir y mucho menos pensar. Su juego de plagio seguirá hoy día siendo ejemplo de lo inútil que puede ser un intelectual.
Así como un director de cine actual, puede copiar todas las técnicas cinematográficas de Bergman o Antonioni, e incluso presumir de una sublime mejora en la replica del blanco y negro, gracias los fascinantes recursos mecanicistas de hoy. Esta replica será como el quijote de Pierre Menard. La obra no será mas que un simulacro de las técnicas de un genio cinematográfico. Las sombras emuladas en el nuevo film no dirán nada al espectador que ya poco entiende de la poética de las sombras y el interés que pueda producirse será igualmente simulado para parecer un público instruido ajeno a la pirotecnia actual hollywoodense.
Esta simulación inocua del cine efectista, se asemeja a lo que ocurre con la literatura de Borges. Su pirotecnia es estilo impostado. Donde la mayoría de sus lectores y falsos lectores mas fervorosos, desconocen las fuentes primigenias del plagio y de esta forma el ilusionismo estilístico de Borges cobra fuerza. Porque volvamos a los falsos lectores, que no son otros que analfabetos con ínfulas de intelectuales, de aquella caterva de cretinos que atiborran las universidades con petimetres vestiduras de docentes.
Basta de decir que el gran gesto de Borges, es digno de un personaje de novela negra, sus aptitudes de intuición literaria son las de un sabueso que fue educado para perseguir las palabras de textos de lenguas ajenas, textos bastante olvidados y que fácilmente pueden ser usurpados gracias al ardid de una prodigiosa traducción. Su talento traductor, puede incluso engañar al mismo idioma, valiéndose del plagio de autores que no duda en repudiar a causa de la envida por su genio como es el caso de Baltazar Gracián, y donde el español demostrará las virtudes filosóficas del desengaño, Borges exaltará las útiles bajezas del engaño que procura su prosa. La calca del Quijote en su cuento es el ejemplo del narcisismo de un hipócrita receloso, que asume su plagio mas espectacular que el original usurpado, atribuyendo que la virtud de Pierre Menard es mas elogiosa, ya que siglos y lenguas distantes separan las dos obras. Solo un genio del engaño y la envidia podría reproducir un libro de caballería en un siglo de demoledor avance industrial. Por eso para que este plagiario francés del quijote, a modo de Cide Hamete Benengeli, de fama a su creador: Borges, un escritor argentino, debe apoyarse del imainario del pedante intelectual de academias que jamás ha leído o leerá el Quijote de Cervantes, porque como buen imbécil de este siglo precoz, así como su orgasmo reiterativo ante la pantalla del ordenador, solo adora la brevedad, el aforismo idiota, la frase calcada una y otra vez, con una estela de fantasmagórico estoicismo. El falso lector pondera la moral ausente de la frase de autoayuda, que como cualquier grandilocuente frase de Borges vindica las delicias del engaño. Así la trampa para tontos está hecha: Borges ha logrado aportar su granito de arena para robustecer la ignorancia y la pereza del lector que, con la brevedad de su cuento efectista, decidirá que ya no vale la pena leer al original porque no se puede escribir algo mejor y con mas palabras que las breves frases citadas por Borges del Quijote.
La aparente inmortalidad o acaso la actual resonancia de la obra Borgiana es digna de aplauso. Ya que en la época que fue editada por primera vez, había por lo menos algunos lectores honestos, que si se tomaron la molestia de leer el original Cervantino. Y si el imperio anglosajón les hubiese dejado la posibilidad de la critica no hubiera faltado el apedreamiento publico a ese traductor ciego de Buenos Aires.
Es por eso que la magia de su engaño, solo surte efecto si el espectador desconoce como función el canallesco truco. Eso es la literatura Borgiana, el arte de la evasión, un juego de escondidas, la ocultación casi perfecta de la maquinaria que hace operar al texto original y así darle ese carácter fabuloso de ficción a su plagio.
En asuntos estéticos y formales del acto magistral de ilusionismo, podríamos situar a la literatura de Borges como la literatura de bambalinas. No aquella que está detrás del escenario ni mucho menos la que se pone en escena. Sino la que está escrita en el telón mismo, sirviendo como velo para ocultar y distanciar la realidad de la ficción. Esa literatura fetiche que fácilmente haría excitar a un joven Freud donde se oculta el objeto del deseo e incluso, donde maravillosamente se desconoce cualquier indicio del deseo en si. Su literatura de Bambalinas todo lo oculta, porque tras ella no hay nada, oculta el hecho, el deseo y el objeto con algo que no me atrevería a llamar Ficción, o en su defecto una ficción fantasma que adolece la misma ineficacia del personaje del cuento de Wilde.
Esta llamada Ficción Fantasma de Borges, es un espejo o un Aleph del propio Borges, de allí quizás proviene la obsesión por su doble o sus Drostes. Como el Sr Kane cruzando por su salón de espejos. Es una obsesión de miniaturizar su propio ser, que no es otro que un plagio más. Con esto entendemos porque Borges no fue capaz de lanzarse a plagiar una novela entera, ya que la forma de miniaturizar el plagio se hace mejor en la forma de un cuento. Para Borges el mundo es un cuento, un cuento plagiado o como diría su amado Shakespeare, un cuento narrado por un idiota.
Lo fantasmal de su ficción es producto de esa ceguera del genio. Una ficción donde se supone hay unas formas que compone un tropo donde los fantasmas podrían habitar, sin embargo, solo son sombras que se mueven sin concierto por esa miniatura del plagio donde un cuerpo literario, un verdadero caballero de triste figura no puede contar sus aventuras, dejando claro, la falacia del camello y la aguja en cualquier cuento Borgiano. Las traducciones de Borges no dejan de ser sombras que buscan un cuerpo al cual asirse para creer que tienen una dependencia al Ser.
Todo esto suena muy intelectual, quizás lo sea, quizás también no sea mas que otra broma, otro engaño borgiano y por eso pueda interesar al falso intelectual, adorador de Borges. Porque todo este intelectualismo inútil de la ficción fatasmal lo único que termina produciendo es una complaciente tranquilidad del falso lector con su ignorancia supina. Complacido el lector con el truco macabro espiritista que ningún mensaje le ha depositado en su consciencia más allá de palabras sofisticadas, latinismos inertes y anglicismos baratos que alimentan gratamente la soberbia del ignorante que no se reconoce en su propia ignorancia si no que se viste con el traje del emperador que es Borges. Podríamos decir, que la literatura Borgiana encierra un budismo pervertido, donde no hay forma ni contenido, únicamente simulan existir perennemente sombras de un engaño.
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