En el posible anacronismo de una leyenda apócrifa de dos trágicos mitos, se ha llegado a suponer que Edipo luego de arrancarse los ojos tras la funesta realidad, errabundo trasegó por todas las ciudades griegas, aun siendo ya viejo en sus rasgos se sobrevivía la memoria de una lozana belleza y muchas fueron las mujeres presas de aquel misterioso y obscuro encanto. Todas aquellas pobres desgraciadas que intentaron seducirle terminaron sumidas en la tristeza, un par de minutos bastaban para que rompieran en llanto luego de escuchar la trágica historia de aquel viejo ciego. Solo hubo una joven, más siniestra que las cuencas de sus ojos vacios, que al escuchar la tétrica historia no embriagó su corazón con icor de la amargura, que al parecer rebosaba ya de ponzoñoso sufrimiento. Al escuchar la historia del ciego, aquella joven sintió en su penosa alma un consuelo, una contraparte para su tragedia, y desde entonces cuido de aquel viejo ciego como una hija a un padre, fue su lazarillo y su amante, y la tristeza que gobernaba su sino se fue disipando, un tenue halo de melancolía cubría la extraña pasión entre la bella Electra y el viejo Edipo.
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