
Un escritor debe arriesgarlo todo, intentarlo todo, sumergirse en la mierda, en la raíz de la existencia. Debe escribir siempre, no importa si es un reportaje periodístico o un documental, lo importante es seguir escribiendo, sin parar. Se deben tener las bolas bien puestas para sentarse frente a una hoja en blanco y subirse a la gran ola y dejarse llevar. el viento de las palabras susurra el genio de los grandes maestros.
No es una tarea sencilla, se debe tener claridad que la palabra escrita no es más que simple ficción, entretenimiento para lectores perturbados que buscan una nueva droga en cada frase. Jamás se debe pensar que se hace cultura escribiendo, las palabras solo son limitantes, nada es real todo está restringido. Este es un reino de espejismos y el escritor debe salir victorioso como Teseo de su propio galimatías. La honestidad no juega un papel importante en este juego solo la pasión, las palabras con sangre no son axiomáticas pero entran. Con el corazón en las manos y los ojos en el vacio del futuro quimérico. Lo único honesto es que el acto de escribir es una búsqueda de inmortalidad, escribimos en letra impresa para que no se borre en la arena.
Un escritor no siempre es un tipo genial, pero en la mayoría de los casos en un jodido excéntrico, un solitario que sueña con otros caminos, es un multiplicador de posibilidades, un embustero de nuevos mundos, un extranjero que busca reconocimiento en este sendero de sombras muertas. Vieja por la locura en esta autopista de autómatas huyéndole al aburrimiento de la vida. Pero su fracaso está asegurado, es un lunático que sueña con los ojos abiertos y traduce la inmaterial con un lenguaje empobrecido de símbolos erráticos.
Un peregrino de las letras se vale de muchas herramientas y de diversas y peculiares disciplinas. Algunos vomitan ginebra por las narices y lloran comedias teatrales, otros buscan la musa en el coño virulento de una mendiga con gangrena, otros se inyectan lucidez con veneno por la retina... nada de eso importa, nada es suficiente para su extraordinaria empresa, cualquier ayuda es necesaria para hacer volar la mente castrada por la absurda realidad. No se puede esperar dar respuestas, verdades redentoras a esta humanidad en el abismo, se puede brindar placebos, bálsamos fantásticos que ayuden a olvidar un instante el asco de la existencia.
En cuanto a la disciplina, son muchas las excusas y los experimentos realizados, pero algo es de sobrado entendimiento en el carácter general del escritor, es un outsider, un ocioso que no quiere hacer parte del mundo, que no quiere hacer nada más que mirar y escribir, siente desprecio infinito por el hombre común, aunque también un paradójico amor hacia este, pues es él quien le da el sustento para sus creaciones más maravillosas.
Escribir es un trabajo extenuante y muchas veces mal remunerado, quizás no es solo un trabajo si no una terrible enfermedad que arremete en su psiquis y lo revuelca todo. Escribir no es un acto sistemático es un acto frenético, un bombardeo de posibilidades, de bifurcaciones, de senderos con o sin salida, de iluminados paraísos. Se trabaja horas extras aun en el plácido sueño. El verdadero escritor siempre esta embebido por su quimera, todo es representación de su obra futura, sonidos, imágenes recuerdos, todo hace parte de su literatura.
Un escritor es un suicida, un perro que le ladra a la noche, un vagabundo que busca su alimento en la basura, un megalómano que solo quiera adoración, un fracasado de la vida, un demonio camino a la redención.
un genio que crea mundos solo a partir de letras
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