
Un intelecto que en un cierto momento podría conocer todas las fuerzas que establece la naturaleza en movimiento, y todas las posiciones de todos los temas que esa naturaleza compone, si ese intelecto fuera también tan suficiente para presentar esos datos en un análisis, que pueda unir en una simple fórmula los movimientos de los grandes cuerpos del universo y lo muy pequeño del átomo; para ese tipo de intelecto nada será incierto y el futuro como el pasado sería el presente para esos ojos
(Pierre-Simon Laplace, Essai philosophique sur les probabilités, introducción. 1814)
El carácter subjetivo y raramente objetivo del arte y su investigación me hacen recordar el planteamiento de Marcel Duchamp en su texto El acto creativo donde presenta al artista como un ser Medium, un ente conductor entre la idea y la obra. Concluyendo que es el azar el que bifurca el camino investigativo inicialmente trazado por el artista, que a su vez es un conductor ciego que transita por dos mundos, a modo romántico diría yo, es un hilo conductor entre el mundo onírico y el mundo real. El artista y la obra de arte sufren un conflicto permanente en el proceso investigativo, en el cruce entre la idea y la realización, un problema circular donde el origen de las ideas es a su vez implosivo y explosivo o de forma centrifuga y centrípeta. El artista en esencia indaga aparentemente primero en su interior para suponer que su notable idea surge espontáneamente de su propio espíritu y racionamiento artístico, pero este espíritu no es más que una alegoría al postulado Schopenhaueriano donde el mundo es representación del artista, pero en el juego de espejos es también el artista una representación perturbada de este mundo reflejado ante sus ojos. Allí empieza ese ir y venir, esa Odisea sin rumbo.
Las nuevas prácticas artísticas nos han mostrado que también la investigación puede resultar convirtiéndose en la obra suma tras la cual el artista va a la pesquisa.

Para Beuys la obra de arte era la idea y la materialización de esta una circunstancia del proceso investigativo. Heidegger cuestiona en El origen de la obra de arte el problema que representa la obra como producto original del artista y viceversa, nos lleva al juego mental del huevo. Primero el artista luego su obra, pero nos cuestiona ¿qué es el artista sin su obra? El artista es un Big Bang y un agujero negro simultáneamente. Atrae aquel mundo que sus ojos y sentidos representan y lo lleva a su interior, lo filtra o lo bifurca, lo multiplica, lo clasifica u organiza y luego lo vomita nuevamente como una idea genial y “única”. Este hecho no termina ahí, es en este instante donde comienza la verdadera germinación de ambos: artista y obra, es aquí cuando la investigación toma su protagonismo en el proceso del devenir artístico. Es la representación de la representación de un mundo alegórico, donde los dos mundos convergen de manera modular y divertida. Es una teoría del caos que ambiciona el principio y el fin de todo. Esto ocurre por el simple hecho que ya la obra devela su verdadero carácter y el artista no es más que un instrumento creador y no el creador omnisapiente que se creía que era. El artista consiente comprende pues que sin él la obra se podría haber gestado en otro instrumento, simplemente fueron la reglas del azar que se confabularon en ese instante “divino” para llevar a cabo su proceso de producción. También podemos entender que el génesis y el ocaso de la obra son lo mismo, que la obra siempre ha existido, que gravitaba en la materia oscura del caos, que se expande y contrae infinitamente.

Podríamos decir que la pesquisa del origen y florecimiento de una obra de artes es una búsqueda de la eternidad en el vacío, es indagar por la nada de lo perenne, descubrir que el mundo, el ser y el objeto, lo tangible y lo intangible no son más que utopía simbólicas.
Esto nos podría llevar a un punto muerto en el modo unidireccional de la investigación pero debemos entender que el arte es así, sujeto a la multiplicidad de lenguajes, de interpretaciones y reinterpretaciones. Que es algo mutable, cambiante según las circunstancias que le rodean. Que no es de carácter dogmatico pero que si en la mayoría de sus casos es pragmático. Es acción-reacción y también inacción si lo contemplamos en un punto absoluto del tiempo y el universo desde el concepto de movimiento tratado por Henri Bergson en Memoria y Vida. No sé qué tan útil pueda ser, generar modelos de investigación para el artista y que tan veraces sean las nuevas tecnologías, en formular modelos ambiguos y de figurada libertad investigativa. Considero que el artista es el valeroso Teseo o el agobiado Asterión errabundo por las infinitas galerías de un fabuloso galimatías de posibilidades, donde el afán que agita su corazón no es encontrar la salida, ni enfrentarse con su igual sino que busca ese hilo sagrado de Ariadna. Es un pobre héroe clásico que vagabundea por el anchuroso mar regido por el capricho de inclementes dioses.
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