He intentado escuchar
con detenimiento a The Beatles pero no he soportado los chillidos estridentes de una perra frígida
como Bjork, de no menospreciar la obra literaria de García Márquez y Vargas
Llosa. He desocupado tiempo en el tedioso oficio de contemplar una pretenciosa película
de Lars Von Tiers o Cristopher Nolan, tarea ardua y anodina. He soportado incólume,
como un espartano conversaciones y tratos con personas imbéciles, o sea con la mayoría
de las personas que trato. He tenido que escuchar la verborrea grandilocuente y
vacua de viejos prostáticos que presumen que el ser viejo los hace más sabios
cuando su puerca vida la invirtieron en el mundo del engaño y la sofisticación.
He leído opiniones de insensatos periodistas y orates que se presumen ser
sabios por redes sociales, pisaverdes que no llegarán nunca a escribir un párrafo
agudo o profundo, porque quizás nunca sabrán lo que exige la razón, no son más
que el producto insolente y obsoleto de la sociedad del espectáculo a la que
acusa Debord, son el eco del Vox populi acéfalo, que deja en manifiesto una
sociedad sin esperanzas, sin resoluciones que se llena la boca con la palabra:
CULTURA. he criticado muchos hechos, pero en casi ninguno he intervenido con la
acción. He soportado gobiernos de necios oligarcas, atropellos de la autoridad,
injusticias de los poderosos, los gritos insolentes de mis sobrinos malcriados,
maestros orates que nada pueden ni tienen que enseñar… en este asunto hago un
alto, pues nada he aprendido de las instituciones, tal vez un ínfimo desprecio
por la norma irracional que imponen a los que intentan someter bajo su ala
pestilente. Sueño vanamente hacerme autócrata, un idealista fabuloso como
Stirner, un Quijote encerrado en una habitación ruidosa, enfrascado en libros
de diversa índole, para permitir que la locura pase del lado ficcional de la
literatura al lado marginal de la realidad en la que persisto sobrevivir un día
más. Es esto una diatriba o un espejo de lo que soy y repruebo de mi imago,
aquello que debo soportar hasta el día en que muera, pero me aferro al ensueño
que la soledad me espera placida y lubrica, en la otra habitación de esta vida
forjada en el rencor y el desconcierto.
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