Llevo la
vida solitaria de un asceta improbable,
Residiendo
en la memoria de una estrella ausente,
Contemplando
mi futuro en las cuencas de un cráneo
Que hace
centurias hecho raíces en el polvo y el olvido.
Soy el
augurio de un dios infecundo, cruel y frío.
Soy la
pasión de un ángel indómito y eunuco.
Soy la
bondad que brinda un mártir genocida.
Soy el
perro gris que se confunde en la ceniza.
Trastabilla
el ocaso en mis oteros como infinita duda,
Como el
preludio irrefutable de silenciosa y prístina aurora,
Que gota a
gota cae en la oscura gruta do la luz
anida
Para gestar
su vil comedia chueca, aquel ardid de la existencia.
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