El empeño de una larva zángano


En un capítulo expatriado de una novela conjeturada aun en mi inconsciente podría haber diseñado alguna estructura acerca del diletante y aberrante accionar de mi conducta. Pero es evidente según los hechos literarios inconexos de mi historia que por más empeño que hubiera entregado a tal quimera, no alcanzaría si acaso a fundar los sócalos del edificio de aquel fabuloso opúsculo.
 Me siento fatigado todo el tiempo. Me he cansado de no mover un dedo, me he cansado de agitar los sueños mientras el insomnio me corroe sobre el colchón y los ácaros construyen imperios invisibles en mi rostro, mientras una colonia de hematófagos asalta mi piel. Pero con todos los bichos nocturnos que me visitan cada infernal madrugada, no he tenido el súbito consuelo de un aguijón que me avispe, que me levante del letargo del que llevo preso desde que tengo memoria (aquella otra bagatela que he ido perdiendo a gargantuescos pasos últimamente), el ahnelado milagro infecciono jamás llega y debo conformarme con la fulgurante incongruencia de mis anhelos empobrecidos de una libido, que si encontrara forma física sería diseccionada, disecada y exhibida en el más grotesco museo de rarezas sexuales. En este plano onírico de lo sexual soy otro bicho raro y el insecticida para esta plaga es tan improbable como la materialización de mis fantasías onanistas. Vivo en un universo insomne y estéril, donde ya pocas efigies me visitan, donde la imaginación se ha echado el hábito encima y se ha encerrado en una torre confinada al ostracismo. Pero nuevamente me he desviado de mi objetivo, pido disculpas a los que no me leerán nunca por este recoveco inoficioso, pero la alergia producida por mis inquilinos cutáneos no permite en un anfitrión tan disperso como yo que lleve a término alguna cosa sólida. Por el contrario haciendo una proyección de aquel espectro que está en cama dictándome esta chorrera de palabras, puedo ver con asombro el titánico progreso que mi condición de sonámbulo ha tenido. Es posible que esto lo esté escribiendo en un sueño y que muchas palabras se hayan perdido en la traducción a este lenguaje intermitente, pero puedo sospechar que algo imperecedero y menos fantasmal está a punto de dar un gran bostezo y quizás en ese aullido moribundo, se encuentre de modo cifrado todo el capítulo que en un comienzo quise espetar en estas líneas…

un zancudo me zumba en el oído y con voz amodorrada  susurro: Madre, eres tú?

Comentarios