Tenía que salir a la calle y romperle la cara a cualquiera, necesitaba
curarme... podía fingir que las sirenas y los oniros jamás habían fornicado sobre
mi cama, pero el susurro de los búhos trepidantes y espías me lo habían confesado... mis asuntos más remotos habían sido profanados… ahí está ese idiota del pasado
que fui yo la noche anterior, de espaldas al ensueño de seres fantásticos, frente
al ordenador intentando escribir otro cuento fracasado, falto de imaginación,
falto de ese toque que tienen los genios ingenuos de la literatura, porque el
genio no llega por acierto premeditado, sino por un profuso azar de los azares…
así que mientras yo malgastaba mis últimos cartuchos de locura equilibrada, los
parias aprovechaban para sus horrendas jodiendas de madrugada, concibiendo monstruosos
recuerdos que nunca pude atesorar, quizás alegrías infinitas que me hubieran
ayudado a facilitar la salida por la puerta trasera... pero no! Yo, la
estrellita fracasada ambicionaba otros planes, clavar mi culo por horas infructuosas,
estériles, mirando hacia la nada, esperando que la verdadera jodienda, tenía un
propósito tarumba y era echarme de un tirón, la porquería de miedos invadía mi
insomnio, era momento de devanarme los sesos tratando de articular vocablos imprósperos
e imposibles... vine a comprender que no había salida, estaba atrapado en un
manojo de manías obsesivas que me retenían entre dos mundos, llegaba el cochino
calor del sol y los espíritus fornicadores se habían ido... Yo, el de ojos
irritados, pudriéndome de la gastritis por tantas botellas apiladas en un rincón…
yo, era yo el obstáculo, la muralla que se interponía entre la ensoñación y la
palabra, era yo el canalla que propinaba el aborto sangriento de una criatura
literaria, era yo iluminado en mi infortunio y epifanía, era y... vuelto a la
cordura de los andobas, de los autómatas que piensan en el porvenir de sus
vidas muertas, añorando el día de la resurrección de los palmados por un Cristo
que ni ellos mismo alcanzan a imaginárselo más inadmisible e infrareal, debía sumergirme
en el anonimato de las sombras furtivas de la mañana, poseso y alienado, víctima
de espasmos musculares y retumbos en las sienes... tenía que salir a la calle y
romperle la cara a cualquiera, necesitaba curarme...
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