Lleno el gaznate con petróleo,
abro la valija de los recuerdos, cargo un relicario suicida, una foto amparada de
una puta fea, que se fue con otro y por la que aun me lanzo algunos
papeletazos, porque la cosa esta jodida y no hay buenos ligues en este verano
interminable de mierda en el trópico. Desempolvo la vieja escopeta con la que
se voló la tapa mi padre hace muchos años. ¡Pero a mí que me importa seguir los
pasos de ese viejo marica¡ yo quiero es incendiar el mundo como Nerón. Quiero ver
las cabezas de los intelectuales arder, y que las adolescentes con sus trajes
de colegialas promuevan el fuego con el combustible viciado de su orina. Leo un
fragmento de un poema de una mujer que metió la cabeza en la estufa y se echo a
perder y me cuestiono porque será que ninguna mujer que se a topado en mi
camino a tenido un impulso tan sublime como ese, yo podría, encender el gas,
mientras le levanto la falda y me fumo un denso piel roja. Pero solo tengo
aspirinas para el mareo, para el dolor de muela y la asfixia de la picha que quiere
escapar de los bóxers, esta pasma esta consumiendo mis desdichas, sospecho que algún
día me quedare sin tripa para cortar y que la noche no penetrara por mi ventana
a devorarme con sus lubricas pesadillas. Quiero escuchar el grito desolado de
un hombre a lo lejos de la calle, que aúlle como un indio guerrero en la
estepa, que grite hasta que se le raje la lengua y vomite todo su dolor, quiero
ser el fantasma de ese maldito, no el espectro en el espejo que me mira sobre
la espalda mientras escribo esto. Tomo más petróleo y busco otro cigarrillo,
pero recuerdo que no fumo, que no he tomado un trago por semanas y que mi padre
esta roncando en el cuarto contiguo. Es allí donde comienza mi verdadera
tortura. Cuando la puta realidad deshace la fantasía, hace jirones mi
literatura enclenque, no tengo salida, ni siquiera una valija donde guarde el desencanto y la pasma, ni una vieja escopeta que dispare colibrís de hachís.
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