Fingido soliloquio del hijo que huyó


 
Calamitoso remedo de un personaje misantrópico de una novela post-existencial, cruda y censurada.  Perfectamente estupefacto frente a una hoja en blanco, la vacuidad que otros farsantes mas canallas que él, proclaman vida, Vida, vida y no muerte, porque la muerte es fea, fea y con gusanos, sucia y terrosa y en el mas peregrino y digno de los casos, negra ceniza que se conmemora fanfarronamente en un frasco donde nadie vuelve a llorar. Sale el sol por las mañanas y no hay manzanas en mi bolsillo, solo un cráneo de simio enano y una moneda de cuero. No quiero cambiar de postura me aferro a la nueva contemplación, el horizonte es mas distinto cuando se está acostado en la intemperie, no se vislumbra un camino, solo infinito, infinito y vacio, luz incandescente que irrita los ojos, oscuridad paupérrima, estrellitas mortecinas, luna caprichosa, aullidos de lobos que no se dignan a devorarme, es probable que mi carne este rancia, rancia como la boca de mi madre, que padre dejo de besar hace tantos años, ahora solo besa a los gusanos y a la tierra, la tierra que ahora me sostiene el culo y la espalda, la tierra que reconforta y devuelve el sentido de mortalidad, de transitoriedad, no soy una flor en el camino, semejo mas bien una gran plasta seca de elefante enfermo, estoy solo, ridículamente solo, espléndidamente feliz, lejos de todo aquello que llamaba bienestar.

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