
del sino y plañidero habitar los bosques
Donde cortejan los sátiros a las banales musas
que coquetas
Y lubricas
humillan el amor que los mortales corazones
Les profieren.
¿Por qué ha de
importarle a la fantasía lo terreno?
¿Acaso una
lagrima salina puede gestar un rio?
¿Acaso la tragedia
de lo firme se afinca ya en lo etéreo?
Un poeta viejo
dijo que somos hojas al viento, cenizas a volar,
Sutil recuerdo de
una cabecita rubicunda y loca.
Aquella antaño
turbara mis labores y me arrojara a sus
Pasiones, efímeras
y noctívagas.
Por esa cabecita
enferma que mi lira entonara ridículas canciones,
Aquella putrefacta
que hoy duerme en osamenta.
Y que renace su
recuerdo en cada flor de primavera,
En la grata
lluvia vespertina y hace soñar este corazón
fabulado
Y mío, que solo
un inmortal podría injuriar.
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