Fragmento de Polvo


No seré jamás el más fuerte, no tendré nunca el gancho de izquierda más certero, ni tendré jamás una idea original, jamás llegare a ser un modelo a seguir, ni escribiré una gran novela, ni siquiera una frase que me inmortalice, no seré recordado para la posteridad, nada en mi hará historia, seré polvo y olvido. Mi única bandera es la mediocridad, ese sino infinito de la incontable fila de inútiles que transitamos en un ínfimo gramo de tiempo y espacio, pero me consuela saber que mi futilidad es comparable a la de los hombres más notables, soy una bagatela al igual que tú, aquel idiota que ahora me lees, y tú eres igual que los grandes sabios de Atenas, que los más elocuentes escritores rusos, que los más asiduos pintores renacentistas, que los mas entusiastas transgresores de la sociedad, al final de este marismo temporal todo se reducirá a cenizas, la gran obra humana no será más que un pobre fantasma vagando por la inmensidad de la nada… me doy unas palmaditas en la espalda: Vamos Joe, esto no es nada. No te jorobes con sueños fútiles que jamás llegaran a concretarse, pensar en la acción es un acto estúpido, la petulancia solo engalana a los pavos reales y en el fondo, aun ellos se ven estúpidos con sus plumas.

Enciendo la radio, juego aleatoriamente con las emisoras, primero un discurso entrecortado del nuevo dictador posesionado en Bastardia, vuelco mi mente a esas tierras, no quiero regresar, toda la tierra está infectada de reptiles y nosotros somos moscas papalinas, alienadas por medios alucinógenos de comunicación masiva, no existen fracciones, ni partidos políticos, ni religiones, ni cielos, solo persiste la incertidumbre y el miedo, lo puedo respirar en el aire viciado de este estrecho cuartucho, me aburro, la esperanza da a luz las incertidumbres mas diabólicas, prefiero dejarme llevar, salto sin detenerme por la transmisión de un enfrentamiento de cavernícolas tras una espera… ufff, puedo sentirme más tranquilo, más ligero, tiene un gusto más sublime la tarde mientras escucho la desalentadora voz de Roger Waters siendo silenciada por un balazo, y por las acuchilladoras notas de la afilada guitarra de Gilmour. Cierro los ojos y me imagino un valle infectado flores grises donde una mujer anciana llora desgarradoras lagrimas, no quiero precisar si llora de placer, locura o por alguna tragedia transitoria, el hecho es que aquella imagen paradisiaca me reconforta hasta tal punto que me han entrado ganas de tomar el libro de Dostoievski que llevo días sin acaso darle un vistazo. En el crecento de la melodía me pongo de pie, casi con firmeza, aun cuando la lluvia purpura sigue en mis venas, veo todo como una mala película francesa, la lamparita de mi padre en un extremo con su tenue luz iluminando siniestros objetos, la maquina ahora inservible de mi abuelo, una botella de vino vacía de hace meses, y una torre de Nemrod a medio camino de leer. La lluvia se hace tormenta y aquel pilar de libros se hace interminable, me invade la nostalgia de saber que jamás llegare a la cúspide de aquella torre, mi vida se consume como la lluvia en mis venas y dejo vencerme por el Fatum irrevocable de los oniros.

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