Tarde irrisoria


Deje que el humo llenara mis recuerdos y que el alcohol hiciera lo suyo. Deje que la resaca afilara mis dedos para escribir, le abrí la puerta a la melancolía para dejarme seducir. La suave tonada del rocío en mi ventana, el viento suspirando el nombre de Ariana. Volví a sentirme niño, volví a creer en seres de fabula, soñé de nuevo con la inmortalidad y todos los miedos se disiparon. Mi demonio bebía de la misma copa y sonreía ante el mundo que se representaba antes sus ojos. Todo lo ridículo se hacía fabuloso, lo cotidiano algo sorprendente. El reloj se detuvo un instante y la vida dejó de ser esa burda alegoría.
La tarde era algo maravilloso, las nubes inmersas en un cielo naranja, los ojos de mi princesa me custodiaban desde su alta torre...
Al despertar descubrí que jamás había existido, que aquel sueño era al igual que yo, tan solo palabra escrita, trazada por un desconocido escritor de un tiempo sempiterno.

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