
Ciudades envenenadas por la locura
Por la mezquina ambición de Babel
Lagos de alacranes estancados
En una carrera al inframundo
Donde solo los suicidas serán los primeros.
Profetas de dos caras de cobre cantan
Himnos de petróleo y silicona
Y los feligreses sacuden sus culos
Huesudos con flatulencias.
Pichas interminables se disparan
Hacia el nauseabundo azul.
Velocidad informática para oídos
Lacerados por las guerras ulteriores
El sendero tiene dos caminos
Escritos por publicistas maniáticos
Por periodistas psicópatas sin pupilas.
La delgada línea del absurdo ha perdido
La batalla contra el muro de calumnias
Peregrinos que lloran su jornal
Y empeñan sus alas para alimentar
A las ratas que les dieron abrigo en mayo
Un diabólico lamento silencioso
Recorre las calles de neón y labial barato
Pero nadie quiere, nadie tiene tiempo
De escuchar sus plegarias, nadie, nadie
El minutero apuñala el corazón puro
De la niña de calzones de melocotón
En un suburbio frígido sin sol.
Los cuervos en las alturas contemplan
La función del cementerio, el baile
De los muertos licenciosos y canallas
La violación siniestra la luna inmaculada
Victimas las rosas de la perversa obra
Gusanos obesos vomitan cemento y acero
Los puentes están bloqueados
No hay salida que no termine
Siete letras y un hedor a alquitrán.
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