
Volar, volar, volar. Solo quería volar. Entregar mis alas al implacable vuelo. Quería ver el mundo con otros ojos con una mirada altiva, escrutiñadora, creadora, audaz, renovadora... Tenía tantos sueños, ansiaba encontrar entre la montaña de la basura de esta humanidad menoscabada algo valioso, algo para mi, algo que me definiera, hurgaría en las miserias humanas, en los despojos de los solitarios, en las ruinas de los famélicos, en las botellas de vino de los artistas y los suicidas con tal de hallar el santo grial de mi redención. Bajaría al propio infierno si fuese necesario, dejaría a un lado las sobras de la mesa de los patriarcas, me deleitaría con los manjares de los moribundos, dormirá en las pupilas de sus ojos yertos... Fue muy pronto para soñar, la mano cruel no permitió que saboreara los albores de mi juventud. Un tremendo golpe me lanzó a pique como el Ícaro invasor de los cielos. Caí, caí, caí. Ahora vuelo con otras alas hacia otro lugar desconocido, ahora siento más aligerado el vuelo, sin nubes traicioneras, sin espejismos, sin tierra a la vista.
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