
El ojo se desvió de las vías por unos segundos mientras el buitre devoraba el cuerpo lubrico y decadente con lascivo embeleso. El sol cubriendo todos los hijos de Nabu, la caravana de espíritus enajenados por la guerra marchaba taciturna buscando el oasis en medio de la gran metrópolis... El sonido veloz de un tren de oriente volvió a llamar la atención de los viajantes, el buitre ni se inmuto, podía rugir el cielo y su pico no se apartaría jamás de la carne putrefacta... Las ofrendas a los dioses de la carretera estaban consumadas, sahumerio y vodka en el límite Nuevo Príncipe, quince horas de viaje, cuatro paradas para gasolina y cigarrillos, ocho veces la misma canción de Johnson... faltan diez años para cruzar el Cáucaso y llegar a Arizona y de un salto a Beijing. Líneas imperceptibles en el tiempo caduco de la humanidad, Karl mira a Jane con deseo, pueden parar en un motel de carretera y seguir como si nada, todos somos pecadores, nadie puede lanzar la primera piedras.
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