
Ella hacia un gran papel, manipulando al pobre tipo que seguía el vaivén de sus suculentas caderas viéndola perderse entre la gente. Él creía estar flechado por eros, caminaba y actuaba como un tonto al verla. Le temblaba la voz y le flaqueaban los reflejos. Pero a ella poco le importaba el tipo, como buena mujer se sentía dichosa que un imbécil la adorara como una diosa, haciendo que olvidara su cochina condición mortal. Pero la mística no era tan romántica, él no era un Quijote ni ella una dulcinea. Aquellas palabras de cortejo que le profesaba el mamarracho onanista a la humilde doncella, no eran más que artimañas de ocasión, él solo –secretamente- buscaba tener un buen ligue y he ahí el lio... El tipo no quería tener una jodienda típica. Esa conocida batalla entre picha y coño comunicándose en el anticuado ritual del in and out. El tipo quería un ligue exótico, no era casual fijar sus oteros en las voluptuosas carnes de su homenajeada cortesana. Quería morderle las nalgas, lamerlas, mancillarlas, azotarlas, asfixiarse entre ellas. El tipo rogaba por el exterminio, ansiaba morir de modo sublime. Quería que su dama lo llevara al ocaso, aplastando su luz y vida con su poderoso culo de reina. Pero ella pensaba que el tipo la amaba, que le regalaría rosas y le invitaría a otros cuantos tragos, ella quería permanecer en ese altar idóneo de estupidez en el cual la mayoría quiere vivir. Ella presumiendo ser una Beatriz celestial y él fraguándose en la mente como un pasajero más en la barca de Aqueronte llevado por el fluir continuo de un postrimero instante carnal... Él no permitiría que su líquido vital huyera primero que su espíritu... las dos corrientes de vida debían perecer en un orgasmo circular, sincronizado... La fantasía imposible. Los dos transitarían otras tantas noches pretendiendo fútilmente argumentar una sarta de engaños y utopías que jamás llegarían del otro, el contrario, de la presa, el esclavo, la... Musa del culo para el suicida… persistir para nada, mentir para hallarse en el vacio de sueños incompletos. Llevar a cabo la pantomima ridícula que se engancha en el cortejo, en la seducción de criaturas pusilánimes, ajenas al toque divino…torres sin princesas, leteos imposibles.
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