EL ALMA EXTRAVIADA DE UN BUSTO





En el patíbulo, aguarda tantas veces la gente por mísero el restante de las apuestas. Aunque las gradas se postren en quinterna. Ni siquiera el Agamenón del epíteto tiene cuña para el disputado puesto. Vienen caravanas de Babilonia, hasta de Osiris, la Nueva Alejandría y Gomorra, y ni los santos escarabajos son inmersos para escudriñar aquel desierto rojo. La novena maravilla del otro mundo, más íntima y veraz que los jardines colgantes y el panteón de los dioses supremos de la Atlántida. Cual ficciones en contravía, el escenario triunfa dantesco y coloidal. Innumerablemente infiniticuánticas son las sumas de los ceros seriales de las filas a la espera.
En macromante de epicude, se reciben las no bastas inscripciones. Larga espera por un número de más de quinientos dígitos, para avasallar tal vez insipiente la benevolencia de un Minos en el tribunal oval.

De mármol y marfil son las entradas a su cartiminsterio. Esculturas de dragones místicos y aves fénix, quimeras, que custodian los portones de la emblemática. Se presentan los presentes, en el silencio inmaculado de las consternaciones de Omega.
Las largas listas de peticiones son releídas con detalle pero inaceptadas por los diputados inframasónicos de la segunda legión de Parmenides. Prefieren tomar un receso en medio ayuno de varias ternas que proseguir con el errado intelecto.

Supuesto, luego, mutilaciones, cavilaciones, marginaciones son ejecutadas por eminentes jueces bizcos y algunos solo tuertos. El gran juez ciego, vive en las sombras de todos los hombres y Ángeles. La voz y el texto divino, los grandes genios, rinden cuentas turnándose el solo ojo. Semeja un corco de atrocidades, un carnaval de aberraciones aterradoras, el homúnculo de sangre y barro, volvería al polvo de ser testigo de tanta perversidad.

¿Donde están nuestros héroes? ¿Dónde esta Perseo? Ven a salvarnos. Trae contigo la cabeza de la bruja y hechízanos a todos sin importar las bajas. Saca de tu bolsa mágica, los ojos que devuelven al hombre a su originaria forma.

¡Mármol del arcángel más Hermoso! ¡Majestuoso escultor! Esculpe nuevamente, con tu poderoso cincel toda la estirpe del verdadero monarca.

Queridisimo doctor Fausto, tu que abogaste por el diablo taciturno, que tuviste el gusto de besar a la ficcionada Helena. Tú, juguete de los dioses, Salvador del poeta efimero, redentor del amor nefasto. Invoca a tu juventud eterna, úsala a favor de cualquier contradicción o veredicto.

El pueblo Sajón, expectante, de rodillas. Su joven príncipe ha sido envenenado. Es incierta la corona, el titulo de la gran casta. Sin rumbo.

Tras la canallada de las quinternas las pobres gentes atortoradas, cósalen del patíbulo sin un triunfante entre ellos y hasta en su mayoría con mas perdidas que las postreras al recinto ahora clausurado por fallas técnicas.

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