Lo primero que ha
de hacer
Quien declama
poesía
Es dejar en casa
toda su vana
Vanidad e hipocresía.
En desuso esta
sin duda
La exclamación rebuznante
Del poeta burro y
atorrante
Que se cree con esto, muy galante.
Quien declama debería
sin cuestión
Aprender para sí “Autopsicografía”
Tan profundamente
que la crea
Parte vital de su
propia Biografía.
Ha de asumir sin vergüenza
Que es un vano
instrumento
Con el que la
poesía se nutre
Sin ser este su único
sustento.
No debe soñar el
declamador
Leer para algún
risible otro
Pues la poesía es
el jinete
Y el rapsoda un
simple potro.
Y si la poesía
que declama
Asegura ser de su
autoría
Es casi seguro
que este cuento
Ha de creerlo una
nimia minoría.
Porque un poema
expuesto
Es de nadie en
absoluto
Porque al dejar
el verso expuesto
Lo ha donado a
este mundo disoluto.
Recitar a viva
voz, poemas propios
No es más que una
tonta tautología
De un tonto colmado
de oprobios
Que espera en balde
una antología.
Por último,
consejo dejo
Que quien mejor
da con su dardo
En la diana
lirica del verso
Es sin duda
alguna un mudo bardo.
Porque no hay
mejor verso recitado
que el más mustio
y callado
do el poema se
niega a todo hado
de interpretación
o enfado.
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