GOYA
Nada estará bien. Todo
se ira al despeñadero. Otro muerto más que se pierde en las auroras, otra
sombra más que se difumina en el horizonte, otro rostro que se ahoga en la
memoria de unos ojos indescifrables. Versos interminables, silencios
prolongados en rincones olvidados de una habitación empolvada que la madre no
vuelve a mirar. La pesadilla terminó. La vida verdadera se abre ante los ojos
del santo. Adiós a la máscara, la impostura de la dama blanca gobierna el instante supremo,
la voluntad de Tiamat es un hecho y destruye a la palabra de Nebu. No restan susurros, lágrimas
o remembranzas. La nostalgia se funde en el olvido. El moribundo abre la boca en
un rictus triunfal. Ciego ante el paisaje perecedero, vidente de la eternidad, ha vencido a la puta, a la embustera, el falso cambuj de
la vida, la eternidad le aguarda. Las falacias del cuerpo y la sangre no
lograron vencer, despellejado, libre del dolor de existir, grita con odio,
miedo y asco en su gran despedida, a ese mundo que quiso hacerlo aferrar a una
ilusión. La muerte es vida. La vida una ilusión fútil de todos los muertos que
la sueñan… Ahora todo está bien, del otro lado de la marea.
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