Entró en el abismo de su ano. Soñaba calamitosamente que todo estaba un
poco hundido en el pozo sin retorno, que era casi improbable recuperar a la
delicada Alcalina o ¿Alcancia?, de aquel profundo agujero. Pero aun así, dubitativo
mientras quemaba un cartucho de su miembro en la carrera estrepitosa en el vacío,
resolvió que no había vuelta a atrás, que él no era otro pedazo de excremento
mas, él era el héroe de esta historia, y equipado con su traje escarlata de látex
radioactivo y su pistola lasermenológica, que tenia la facultad de fecundar
pensamientos disolutos en todos los prestamistas genitales que quisieran
impedirle el paso, siguió intrépido y aguerrido por el túnel intestinal. Las primeras
batallas con los peligrosos alienígenas diverticulares, le habían corrido el
maquillaje fluorecente de estrella porno austriaca, cosa que le enfurecía al
punto de convulsionar y transformar su metaconducta en algo más primitivo y brutal que la de un pacifista interoceánico
y estrogénico, adicto a los abrigos para gatos esfinge. Su musculatura se modificaba,
según las descomunales embestidas ventosas del recto, que como un poderoso genio
de los 5 vientos, intentaba expulsar al inexperto aventurero. Suficientes demonios
de la droga prostática había derrotado minutos atrás y tres tomos de sus odiseas
fueron traducidos a la compleja lengua plutoniana con observación inexactas de
Permanganato de Pija. Pero a nuestro héroe poco le importaba la fama. Si única misión
era rescatar a Alcalina del terrible dictador Escato, que quería profanar a la
inusual damisela, con paraguas oxidados de telas roídas. Pero sus siniestros
planes quedaron a media marcha. El valiente aventurero, llego hasta el palacio
de jiña y con dos granadas laxantes hizo ríos de mierda, los infranqueables
portales del fuerte. De un solo disparo le voló un maní que armonizaban en el cráneo
marrón del tirano. Alcalina suspiro al ver a su salvador, aunque no pudo correr
a su encuentro como esperaba pues el paraguas abierto dentro de su coño
dificultaba tal empresa. El héroe al ver aquella villanía, se apresuró a sacar
tal demoniaco instrumento, pero notó de inmediato que la pobre agonizaba. Desesperado,
arrancó sin titubeos la cabeza fétida de Escatos y se la inserto en el profundo
agujero de Alcancia. Curiosamente, de todos los rincones comenzaron a salir los
roedores sacerdotales para devorar, el despojo restante de Escatos. Aprovechando la algarabía y el coprofágico festín.
Nuestro Protagonista enculó con su pistola a la bella Alcanlia mientras, una
babosa con saberes de galena le drenaba toda la vitalidad perenne de su
prodigiosa verga y de paso las explosiones alcaloides reventaban en todo el
intestino de la constelación de la morsa Fritz del cuadrante nueve…. Quedaron atrás
las horas de estreñimiento y agonía para los viajeros y residentes del universo
fecal… la buena anciana despertó de su letargo, y recordó halar la perilla del
sifón para que toda la inmundicia de fuera por la cañeria, pues el hedor a fantasía
ya se hacía insoportable en el ambiente.
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