Candilejas


La vida es un teatro indescifrable
Un capricho de un director maldito, abominable.
Un guión sin actos ni palabras
Que se hacen olvido en el girar de cada función.

Actores somos de este enredo absurdo
Y con tristes máscaras mortales
Y descarnadas por el tiempo,
Representamos nuestra interminable farsa.

Brillando en las noches más oscuras
de nuestra locura,
y vomitando como asesinos la cantinela
de los puertos de la desdicha
cada segundo de olvido, cada suspiro de ansia.

Abrazando nuestro cuerpo en otro cuerpo
con temor y anhelo insondable.
Y los gorriones asientan
su ponzoñoso nido en nuestro pecho.

Una hermosa dama presumirá querernos
Y permitiremos que la mentira de sus gestos
Nos seduzca sin remedio
Porque para eso estamos todos los hipócritas,
Sobre las tablas endebles de este mundo,
Para hacerlas crujir con nuestros actos,
Porque somos famélicos actores, itinerantes,
Fantasmas inciertos, sin apacible cielo,
Porque nos abruma el conocimiento
Y preferimos la huida
al rumor de la sangre que grita
Porque nuestra mente es canalla y enemiga
De la fabulosa pantomima
Que hoy y siempre nos guia.

Vestidos de otras vidas, avergonzados de la nuestra
Sonreímos como idiotas, porque somos ya idiotas
De tanto actuar como idiotas.

Transcurren nuestros fracasos sobre el bajel
De la existencia
Y nuestros días se aproximan al éxodo del cine
Sin ángeles ni trompetas.
El dios borracho nos ha hecho a un lado
y el demonio de la lira
Nos ha abandonado,
ha perdido su hipocondriaca fe en nosotros
Dejando un vaho de pestilente azufre
 y una lengua mortecina llamada poesía.

Hacemos una y otra vez nuestras piruetas
Ante un público ausente, encandilados
Por las candilejas que impiden
Ver con claridad nuestra bella soledad,
Aquella sombra que implacable,
Jamás nos abandona y siempre nos aplaude
En el silencio.
Aquella que nos besa y colmara de gloria

Cuando caiga el telón de este pobre drama.

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