Una ilustre lucha



“Y la princesa subió por las escaleras de la larga torre y se encontró a su príncipe durmiente en una postura que no desaprovecho. Tomo su arnés y le dio un par de buenas embestidas que despertaron al príncipe entre alaridos y sollozos.”

 

Siglos y siglos de opresión, bajo el mandato tiránico del hombre, ser déspota y abusador… ¡oh mujeres insignes! Levantaos de vuestro yugo, que ya hora de darle otro giro a la tuerca y tomad el látigo que Zaratustra le ofrece a los hombres. Es hora de levantar vuestros falos imaginaros contra aquel canalla que las ha sumido en el infortunio de sus más pérfidos menesteres. Vosotras hermosas doncellas de cabezas alucinadas, no permitáis que mancillen de nuevo vuestra entereza, que aunque vuestra efigie reluzca frágil como una flor, debéis saber que el fuego aunque incorpóreo también quema… así mujeres virtuosas, faros de la perdición rebelaos contra el maldito que os oprime.

En otro tiempo marcadas fueron vuestras arcangélicas siluetas con el signo de la bestia y los injuriosos inquisidores quisieron sumirlas en el oprobio. Culpándolas del desvarío y la maldad que se anida en el corazón de todo hombre. A vosotras culparon de ser agitadoras, de llevar a los bravíos atridas a la guerra, en el nombre de una mujer. Pero vuestras conciencias deben estar puras, porque no fue las imprudencias de una de vosotras las que llevaron a tan infame desenlace si no el demonio que poseyó la cabezas de Páris.

Sé que ante vuestros ojos celestes, no soy más que un caballero impuro, heredero de una estirpe proscrita y  perversa, y que poco puedo hacer a favor de vuestra santa cruzada, pero mi ideal es noble y mi espada larga, y de algo este arrojo en pos del bello género ha de ser útil. Pues mi vida debo a una de ustedes. Que en un cochino acto de sacrificio y sexo me trajo a este mundo soberbio de hombres perversos.

Seré yo pues un paladín de vuestra causa y batallare fin fatiga por brindaros el trono que vuestra majestad merece. Porque hartas han de estar de sostener el báculo de carne rancia de aquellos reyes crueles que como vil despojo las trataron e hicieron adorar de rodillas sus inmundas miserias como si se tratase de algo sacro, aquellas pichas virulentas infectas del veneno de la vida. Y que aun en este siglo de luces y electrodomésticos de primera, quieren someterlas a sus ardides rastreros llevándoles flores, prometiéndoles trabajos bien pagos, oportunidades para tenerlas a su lado, asegurando que son sus iguales, vendiéndoles día tras día traseros de plástico, bellezas artificiosas, mundo irrisorios para seguir teniéndolas en sus manos. Pero no oséis caer en sus artimañas, no creáis que buscan vuestro bienestar, aquellos hideputas sólo buscan los tesoros que vuestra natura solo puede dar. Nada les importa tenedlas por igualas. Y vosotras tampoco podéis aspirar a tal repugnante premio, jamáis os comparéis con tan grotesca especia, vosotras que sois la forma viva de todo lo bello. No busquéis la igualdad si no el gobierno de este reino, que tanto clama por tu poderío usurpado.

Así pues, no creáis en sus promesas de amor de esa criatura insana, que todas están inflamadas por la sangre que se irriga en una vena. Aquellos versos, esconden tristes fines, aquellas promesas calabozos de cristal. No busquéis la igualdad ni mucho menos su amparo, que lo que busca esa fiera es meter su bicho en la madriguera. Cerrad bien las puertas de vuestras piernas a todas las mentiras que ese monstruo les prometa y más justo es que con vuestros hábiles encantos femeninos a esos pelmazos los sometan a vivir sumidos en la adoración de vuestra realeza.

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