¿Tragedia? ¿Tragedia? Tragedia es saber que personajes más jóvenes hayan
muerto antes que tú y que en su breve paso por este valle de lágrimas lo poco o
mucho que consignaron en él, es más que lo que has hecho y harás en el resto de
tus días. Da vergüenza verse al espejo y reconocer que no eres nada de lo que
alguna vez en una remota infancia soñaste ser. Da asco saberse con vida, pero
con una vida putrefacta, estéril y malograda, dan ganas de tener los cojones de
algunos de esos héroes inmortales y volarse la tapa de los sesos… pero ahora
mientras más otoños pasan al olvido, recapitulo el hecho de mi imposible
epilogo por mis propias manos. Mi temor no es halar el gatillo y kaput, se
acaba la comedia. No, no, no nada de eso, es el endemoniado terror al olvido,
es la puta vanidad la que me mantiene colgado a un olivo seco de una esperanza
estrangulada. Yo que de mozuelo creí llegar a ser alguien de renombre, he
tenido con el tiempo que reinventar una infinidad de nombres en busca de alguno
que realmente se inmortalice o por lo menos me trascienda tras mi muerte. Aunque
ya sé que he dilapidado los mejores cartuchos de mi juventud y que debería encarar
con galladura la adultez que se me viene encima, inquisidora y cruel, esa
herida que no sana y que supura e inflama cada día, no puedo abandonar el infructuoso
anhelo de la posteridad. Quiero morir sin vanidades, sin cargas anodinas en el
lomo, quiero que simplemente una dulce niña frente a mi marmoleta repita cinco
veces ese nombre que ahora soy y que en vida jamás pronuncie.
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