Estupor y desidia me causan los ojos cansados de los
transeúntes, con sus miradas huecas, perdidas en un cielo gris de asfalto
reflejado en los charcos que el sol mortecino de la mañana no logra ahuyentar.
Sus pasos copiosos y unísonos semejan el retumbar de un tambor en el funeral de
un idiota. El patetismo de sus vidas es su carnet de defunción postrera. Su
respirar es una enferma canallada. Aunque presuman cuerpos jóvenes, de pieles
lozanas y rubias, no logro asimilar más que un penetrante hedor de podredumbre,
de vísceras al sol calcinándose en el tedio. Excusas de una vida en regla, un
arrogante y presuntuoso porvenir de letrina. El trabajo de pelma perfecto, la
familia perfecta, la procreación, es su corona de oprobios, resultado de una
copula necrófila, mientras el ojo ajeno inquisidor da su mezquina e insincera
aprobación, puedes seguir en la fila hacia el matadero silencioso… cadáveres
que se rehúsan a permanecer en las fosas, exhibiendo sus grotescas esperanzas degolladas
por su propia mano, esa mueca inmunda que me acusa, que me envidia y me odia.
Fumo un cigarro al otro lado de la acera, con los ojos ensañados en la
monstruosidad que tengo en frente. El humo negro no permite clausurar el
despropósito de semejante espectáculo de zombis. Recelosos, me acusan de evadir
mis deberes con el minutero, de retener la locura por capricho y descaro, de
alimentarme con bagatelas gráciles de las cuales está compuesta la única razón
para seguir con vida. La ira les corroe, los gusanos comienzan a invadirles,
insertándose sin aviso por todos sus agujeros, no parecen inmutarse en lo
absoluto. Sé que están muertos, pero esto ya rebasa la insensatez y el
desvarío. ¿Por qué no realizan sus miserias en privado? Prefiero ver un vagabundo
execrando sus sueños y pintando las paredes del pudor, que tener que soportar
la infamia de los jóvenes viejos, de los esclavos del tiempo… no puedo mirar más
su ofensiva representación. Lanzo la colilla
del cigarro al viento que me separa de los abominables fósiles parlantes, doy
media vuelta y me pierdo por una esquina de ensueño.
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