El pecado de la dicha



La excitación es el fundamento del erotismo, su enigma más profundo, su palabra clave.

Milan Kundera


Aquella mujer adentró en el profundo galimatías, las luces del fuego eran tenues y provocaban un absurdo y tétrico efecto óptico, el silencio o el eco de sus pasos incrementaron con horror la angustia de la mujer. Era inútil ya dar vuelta atrás, las huellas eran equivocas y no conducían a ningún lado. La mujer resignada a su muerte siguió caminando por los estrechos corredores, la sofocación la poseía, al igual que una inmensa sed y hambre. Las gotas de sudor en su piel se hicieron mares, abandonó sus vestiduras, comprendió que era más sensato y ligero andar desnuda por aquel siniestro laberinto. El mutismo de sus pasos no tardo en tener la compañía de los retumbos incontrolables de su corazón agitado poblado de panico y el suspiro anhelante de sus pulmones y tórax bombeaba sin parar.

A pesar de llevar un trasegar monótono y austero para evitar la fatiga, una extraña y creciente excitación gobernó cada célula de su cuerpo. Jadeante y moribunda no intento detenerse ni un segundo, tenía la conciencia o la alucinación de creer que si por un ligero instante hacia un alto a meditarlo todo con más calma moriría a causa de un nuevo temor más terrible que ahora la gobernaba, una creciente paranoia se fundó en su cabeza ¿Si acaso no se encontraba ella sola en aquel monstruoso laberinto? ¿Y si ella acaso solo fuera una presa para bestia que habitaba en aquella mansión horripilante? Su mente dadivosa se lleno de extravíos y miedos, la agitación en su cuerpo se hizo incontrolable, debía huir, escapar a toda costa del funesto morador de aquellos pasadizos interminables. Sus pasos se aceleraron, su vista fue nublándose poco a poco, el aire se hacía cada vez más denso y más precario. Abatida por el cansancio cayó al suelo, pero aun sin rendirse, comenzó a gatear y fantasear con una salida el final del corredor. Una prohibida mueca de placer se dibujo en su rostro, su entero ser se colapso en un vibrante espasmo de goce, cerró sus ojos cadavéricos y se dejo consumir por el orgasmo mortuorio de sus ensueños mas lascivos.

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