FERETRO




¡Oh tu, mi pálida amiga! Déjame llorar sobre tu breve figura y tu fantasma ahora ausente. El tiempo es cruel, demasiado parco (y no por esa estupida entelequia, de situarnos en el engaño figurado de la vida). Arena vil que surte con la desdicha de un olvido precoz que nubla todas las penas; dejando tan solo una ilusoria mascara de acicalado llanto.

Hoy te vas querida, y no se como seguirte, pero sé que jamás, en ningún otro instante tendré la dicha de besar esos ojos que llenaron de luz aquellos rincones oscuros de mi alma, aquellos lúgubres recintos que pocas veces descubro ante los mortales.

¡Que vagabunda es esta quimera! Gloria de un segundo, sórdido cantar de un Leteo indestructible. Una vida que se pierde sutilmente como sin sospecha, por el implume y perpetúo río de las horas.

¿Acaso estamos juntos aun, amada mía? ¿Aun cuando tú, duermes en un duro féretro perpetuado, rodeado por rostros enfermizos que temen al símbolo de tu efigie, porque te has bifurcado en su fiel espejo mientras yo contemplo con angustia como lentamente tu piel se desvanece entre mis lágrimas y los instantes ulteriores?
Podría yo el custodio perpetuo de tu largo sueño, mancillada flor de deshojadas violetas, sí al culminar este rezo no tuviera que marchar a continuar con la vida que me resta, te juro muerte mía que lo haría. Aunque hasta este momento fuiste todo en mi camino, la ruta, el regazo y la llegada, tocara el día en que no seas más que el recuerdo de un nostálgico evento que paso. Quisiera fenecer contigo en este momento para estar a tu lado sin estarlo, porque sé que la muerte es una cosa privada donde solo puede habitar íntimamente uno. Tengo dudas de lograr alcanzarte; quizás allá donde tú estás el tiempo se consume de manera más absurda y yo sea la tortuga y tú la liebre.



Solo puedo consignarte por medio de mis últimas lágrimas, de cara a esa melodía corpórea que me recuerda tanto a ti: “Que el hombre que te amo y que tú amaste murió contigo, no sobrevivió a la afrenta. Ese hombre que te quiso con locura, nunca te abandonó, siempre cortejará tus pasos sin dejar mas huella en su pasado. Hasta allí llegará el punto, su postrimero punto. Otro será el que cuente el fin de la historia; Mientras un sosegado y lánguido hombre nuevo procurará media vuelta, se asentará el sombrero, traspondrá la puerta y se aislara para siempre de tu lado para recibir a la postre la leve brisa de un 23 de abril en su rostro cálido y fresco".

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