Capullos-crisálidas


A la hora de la muerte vespertina
Se abrigan nuestros miedos en un halo
De espanto y en la aurora hipa un niño huérfano y
Desnudo ante una horrenda luz donde tristes sombras
Vuelan, gritan y se agitan -¡A nacido!…-

Adiós a la cuna cálida y oscura, bienvenido
El mundo de los muertos que presumen un
Letárgico latido de la reina sombría…
La vela sigue encendida, Ícaro caído,
Prometeo maldito en el capullo de un gorrión,
La ninfa del estío dormida en el bosque de Absalón…

Se cubre el gusano en su coraza, seis pies de
Olvido y alivio de los vivos, soberano rey suicida.
Estamos yertos desde el nido
Nos alimentamos de aquellos que en la tarde
Harán un banquete con nuestros entes podridos.

Nace una flor marchita entre tus piernas
Sonrosada, arrugada y parca
En el día huele a margarita, en el crepúsculo
A la marmoleta de tu fugaz belleza. Yo soy
El gusano carroñero que sueña
Con perpetuar tu limbo y concebirse,
(Con cautela) en Alada poesía.

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